Las vidrieras son algo más que un bello adorno: son una profunda representación de verdades más profundas. Hoy, cuando las nubes oscurecen la luz del sol, las vidrieras no brillan tanto. Y eso se parece mucho a nosotros como discípulos de Cristo. Cuando dejamos que la luz de Cristo brille a través de nosotros, nos convertimos en un recordatorio radiante de la presencia de Dios en nuestro mundo. Es como esos colores vibrantes que iluminan la iglesia. Pero, al igual que en este día nublado, si no permitimos que esa luz brille a través de nosotros, podríamos no brillar tanto. Preguntémonos: ¿Dejamos que la luz de Cristo brille a través de nosotros? ¿Somos esa fuente de belleza e inspiración que atrae a otros hacia Dios? Al igual que una vidriera, somos más radiantes cuando permitimos que la luz de Dios brille a través de nosotros.
¿Dejamos que la luz de Cristo brille a través de nosotros?