Órdenes sagradas

Llegar a ser sacerdote o religioso o religiosa no es en primer lugar nuestra propia decisión.... Sino que es la respuesta a una llamada y a un llamado de amor".

-Papa Francisco, Discurso a los seminaristas y novicios

6 de julio de 2013

Desde el momento de la concepción de Jesús en el vientre de María hasta su resurrección, estuvo lleno del Espíritu Santo. En lenguaje bíblico, fue ungido por el Espíritu Santo y así establecido por Dios Padre como nuestro sumo sacerdote. Como Señor resucitado, sigue siendo nuestro sumo sacerdote. Si bien todos los bautizados participan del sacerdocio de Cristo, el sacerdocio ministerial lo comparte de manera especial a través del Sacramento del Orden. 

La ordenación sacerdotal es siempre una llamada y un don de Dios. Cristo recordó a sus Apóstoles que debían pedir al Señor de la mies que enviara obreros a la mies. Los que buscan el sacerdocio responden generosamente a la llamada de Dios con las palabras del profeta: "Aquí estoy, envíame". (Is 6,8) Esta llamada de Dios puede ser reconocida y comprendida a partir de los signos cotidianos que revelan su voluntad a los encargados de discernir la vocación del candidato.

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El Diaconado: Convertirse en diácono