Dios sigue siendo nuestra ancla

A menudo parece que nuestro mundo está lleno de desacuerdos, guerras y tragedias, en marcado contraste con el Dios amoroso en el que creemos. Pero el caos que vemos hoy no es nuevo. A lo largo de la historia ha habido guerras, violencia y desacuerdos. Sólo que ahora estamos más conectados y somos más conscientes de ellos gracias a la tecnología. Imagínate, hace un par de siglos, ni siquiera sabríamos lo que está pasando al otro lado del mundo. En medio de esta confusión, Dios sigue siendo nuestra ancla. Él es la constante en un mundo cambiante, el que nos mantiene firmes incluso cuando todo parece fuera de control. Aunque debemos preocuparnos y actuar para tener un impacto positivo, es crucial recordar que el amor de Dios nunca vacila. Cuando surgen dudas, siempre recurro a la resurrección. Mira la vidriera que hay detrás de mí: el Viernes Santo, cuando Cristo sufrió, debió de parecer que la oscuridad había vencido. Pero su amor transformó ese dolor en la alegría de la Pascua. La resurrección es nuestra fuente de esperanza. Por muy caótica que sea la vida o por muy patas arriba que parezca el mundo, el amor, la misericordia y el poder de Dios obran por nuestro bien. Es el fundamento de nuestra fe como discípulos de Jesús: la seguridad de que, como en la mañana de Pascua, Dios está haciendo algo hermoso en medio de las dificultades.